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199801
Enero 1998
Lucas 2, 8-20Navidad, como cada etapa de la vida de Jesùs, debe ser iluminada por la luz de Pascua para desvelar toda su significación. Por el don de su vida hasta la cruz, Jesùs libera al ser humano de los miedos que le obstaculizan y le da acceso a la vida de comunión con Dios en plenitud. Cumplirá ésto con un giro insospechado, con su muerte, el paso de la debilidad más grande.
En Navidad, los ángeles mensajeros proclaman la gloria de Dios. El signo dado es un recién nacido. Todavía no se ha comunicado ninguna información en cuanto a su destino:
¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? La promesa y la presencia de Dios se manifiestan plenamente en un recién nacido que representa el estado de dependencia y vulnerabilidad extrema. Dios no va a emplear otros medios para revelarse y cumplir su proyecto. Así es como va a realizarse su acción de salvación.El quita toda ambigüedad en cuanto a su poder y su autoridad. El es enteramente llamada. Recién nacido, solicita y suscita lo mejor del ser humano. Dios hace una apuesta que no se va a rechazar. Dios va a actuar a través de los demás, por medio de la respuesta de los demás.
De esta manera, se hace accesible a todos: en el pesebre, toda la humanidad puede reconocerle, desde los pastores, marginados, hasta los sabios extranjeros que no tienen sin embargo ni Escrituras ni profetas. �Qué esperanza se ofrece ahí! Los mensajeros invitan a la paz, no a la inquietud.
¿Por qué caminos de debilidad Dios viene hoy al mundo?
¿Cómo Dios nace en lo más vulnerable de mi vida?
¿Cuándo puedo afirmar con el apóstol Pablo: "Es en mis debilidades que yo soy fuerte"?
Taizé
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